Al habitar la Ciudad de la Cultura Europea 2019 “Matera”, un asentamiento de 9.000 años de historia, la que la convierte en la ciudad más antigua de Europa, y conversar sobre la Belleza de la Ciudad y su Futuro, viene a la mente la cita “El artista en su actividad creadora más íntima vive de los sentimientos y de los deleites de los sentidos, penetrados por la inteligencia. El mundo entra en él a través de la emoción. El artista es sensible al mundo y a todos los Caprichos de la belleza”, señalada por Jacques Maritain en su texto La Responsabilidad del Artista.
Para Beethoven, las obras de arte no se «hacen» o «producen» -contra lo que a menudo se afirma actualmente- sino que se crean como fruto de un encuentro; el contacto con la naturaleza es una encarnación e inspiración con todos los seres que dejan huellas del Creador, pudiendo así entender su mensaje profundo y dialogar con ellos.
La Ciudad es un espacio privilegiado del encuentro del ser humano e integración de las artes. El arquitecto lo moldea como un escultor da forma a la arcilla, lo dibuja como un pintor a una obra de arte; busca, en suma, por medio del espacio, suscitar una determinada experiencia estética en quienes “entran” en él.
Cuando uno entra en la Ciudad, como creación en su verticalidad y horizontalidad, en trascendencia subterránea y aérea, se encuentra con las cualidades de la materia y de energía de los seres humanos que ahí habitan, expresados en los valores eternos de la vida colectiva del hombre, representados en las memorias de sus sitios visibles e invisibles, en sus esperanzas, sus temores, las metas y los valores sagrados de los que construyeron dicha ciudad.
La ciudad es un texto que comunica algo, que habla, donde es necesario escuchar sus sonidos y silencios, que informa, que describe, que explica y que interpela a sus habitantes a descifrarlo. Esto último resulta de vital importancia, a la hora de comprender el sentido último del ciudadano en cuanto habitante de este texto, ya que su rol al interior del espacio no es solo el de leer aquello que se le expone, sino que es el acto comunicativo como comunidad.
Es importante también entender que, como construcción social, la Ciudad pasa a ser parte del patrimonio cultural. La ciudad no es un objeto muerto, sino un objeto vivo que le entrega una significación simbólica al grupo social que lo habita. Es así que la fórmula más utilizada para esta representación es la relación: territorio–memoria–patrimonio–identidad, según la cual los colectivos sociales establecen los cimientos de su identificación colectiva. Esta relación está ligada a un sentido de permanencia y pertenencia a lo largo del tiempo y del espacio.
La ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad, su belleza, en su sentido más amplio, sino especialmente en su sentido vivo, dinámico y participativo. La ciudad, no es solo una modalidad de paisaje y escenario urbano, es un espacio para reflejar los derechos humanos, la integración, la inclusión y la amistad cívica.