Se aproxima otro 12 de octubre, Día del Encuentro de Dos Mundos. Y nuevamente, como humanidad, nos veremos transitando en una constante dualidad respecto del significado de esta fecha. Para gran parte del Primer Mundo, el 12 de octubre es motivo de celebración, un símbolo de la expansión de un imperio. Para quienes nos ubicamos hacia el sur del mundo, y que formamos parte de la herencia mestiza, es un día de duelo, y de repudio en algunos casos, por la pérdida y destrucción de las culturas originarias que estaban en nuestro continente.
Lo cierto, es que el 12 de octubre, no es un recuerdo estático, sino que un momento para activarnos, movilizarnos y cuestionarnos acerca de nuestra propia historia, la de la América Latina mestiza.
Una forma simbólica de representación de dicha dualidad ha sido, precisamente, a través de la construcción de memoriales, que buscan preservar la memoria colectiva. El ejemplo más distintivo es el Memorial de América Latina, en Sao Paulo, Brasil, diseñado por el arquitecto Óscar Niemeyer. Su larga historia como arquitecto condensa una serie de interesantes elementos tales como la arquitectura moderna, la creación de ciudades, el rol social y la política propiamente tal. Son pocos los arquitectos capaces de entrelazar tantas cosas y revelar la magia de la resistencia en el tiempo y el incesante deseo de proyectar. Este memorial, a su vez, materializa el proyecto cultural del antropólogo, educador y político brasileño, exministro de Educación y Cultura, Darcy Ribeiro en pro de la integración de los pueblos latinoamericanos, rescatando las configuraciones histórico-culturales de los pueblos americanos, los proceso de formación y causas del desarrollo cultural desigual de que se dan en nuestro entorno.
Una mano de concreto armado, de siete metros de altura, con los dedos abiertos, recibe a los visitantes. En la palma, se observa un mapa esquematizado de América Latina, de color rojo, que representa la sangre y los sufrimientos de la región.
El Memorial contiene una colección permanente de obras de arte y un centro de documentación para el arte popular latinoamericano, mientras que su biblioteca cuenta con miles de volúmenes, además de archivos audiovisuales y de música, siendo la primera en la región destinada sobre temas de América Latina. Es un espacio para promover la investigación académica sobre asuntos latinoamericanos, es decir, para el encuentro de las culturas de América.
Gracias a lugares como el Memorial de América Latina, la memoria- precisamente -adquiere materialidad, colocando en valor la promoción de los derechos humanos de los pueblos originales y de los mestizos descendientes. En este sentido, la creación de una red de lugares de la memoria en distintas partes de América Latina, vinculados al rescate, transmisión y preservación de sitios de memoria, sería un aporte a la dignidad de los pueblos originarios y a la educación multicultural.
El Memorial fomenta las expresiones de la identidad latinoamericana e incentiva y difunde la historia de los pueblos de la región a las nuevas generaciones de estudiantes. En Chile, no obstante, nos encontramos aún al debe con un lugar de estas características, y nos hemos conformado con monumentos aislados y en mal estado de conservación. Así, evadimos –desde la falta de materialidad en el espacio público – nuestra historia y origen profundamente mestizo.