A estas alturas decir que José Balmes ha sido una figura relevante en el medio artístico cultural chileno suena casi de perogrullo. Lo cierto es que junto a su invaluable aporte artístico, motivo de inspiración para muchos jóvenes artistas nacionales e internacionales, debemos sumar su contribución al desarrollo de la docencia, la gestión universitaria en el mundo de las artes y al desarrollo de políticas culturales en el país.
En momentos difíciles de la historia chilena reciente, José Balmes ejerció su liderazgo entre la sociedad de pintores y escultores, entregando gestos oportunos hacia personas que luchaban por la dignidad de las personas y los derechos humanos, como el Cardenal Raúl Silva Henríquez.
La invitación artística de José Balmes estuvo siempre muy unida a un plano social, a una responsabilidad del creador con el ser humano y con el rol del arte como conciencia crítica del país. Desarrolló iconografías que se movieron en torno al hombre y su contingencia. Dentro de la corriente informalista, el estilo Balmes nunca dejó de lado el sentido de responsabilidad social, generando obras que fueron una huella fuerte y directa en la contingencia histórica. Así, recorrer la obra de Balmes es recorrer nuestra historia contemporánea.
La obra de José Balmes es una contemplación de lo vivido y un juicio de lo cotidiano, entendiendo la pintura como evocación memorial, y no sólo como un testimonio. En sus propias palabras, actuaba con la profunda convicción de “Hacer de la Vida un Arte”.
La propuesta artística de Balmes deja una huella en la memoria colectiva chilena y el uso del gesto como medio de expresión. Esto, porque Balmes consideró la construcción de la memoria artística como una co-responsabilidad de los artistas y del Estado, debiendo ser este último – a su juicio – el principal promotor del desarrollo del arte de una nación.
Así como su motivación por la promoción de la creación y difusión de los movimientos artísticos y culturales contribuyó decisivamente al desarrollo de las personas y al fortalecimiento de una ciudadanía cultural en nuestro país, Balmes destacó como un artista comprometido con su tiempo y realidad, con la violencia directa, simbólica y estructural del país donde le tocó y eligió vivir.
Desde el punto de vista de la Educación Patrimonial, su figura potenció el reconocimiento y el sentido de pertenencia, transmitiendo ciertas convenciones y representaciones simbólicas de lo colectivo y su resignificación en la memoria. En suma, sus obras contienen una fuerte interrogante a las inquietudes políticas y sociales, y a la memoria del país.