Con el reciente anuncio del Ministerio de Salud de que siete comunas del país comenzarían un proceso de transición, correspondiente a la segunda etapa del desconfinamiento, comenzó también a retomarse la discusión sobre la potencial vuelta a los establecimientos educativos, ya sea a nivel escolar o de educación superior.
Y es que, además de los protocolos que deberá elaborar y gestionar cada establecimiento educativo, siguiendo los lineamientos de los ministerios de Salud y Educación, es momento de reflexionar sobre el papel que han jugado los centros educacionales, especialmente las universidades, como espacios de desarrollo del conocimiento e innovación en el contexto de la pandemia por coronavirus.
Sin embargo, en contraposición a este enorme desafío, hoy la prioridad de la mayoría de las instituciones de educación superior en Chile se encuentra en otra parte: la supervivencia económica. Algunos institutos profesionales y universidades no adscritas a la gratuidad ya han manifestado sus complicaciones financieras para este y el próximo año. Dada la significativa crisis económica en ciernes y que promete agudizarse, muchas familias ya no optarán por el endeudamiento para invertir en la educación de sus hijos. Por el contrario, preferirán que ellos o ellas ingresen luego al mercado laboral para contribuir a sostener el hogar. En suma, la crisis pasó de los hogares a las universidades.
En este escenario, se pueden observar dos fenómenos. Primero, que la crisis económica está aumentando la brecha de desigualdad en el acceso a una educación superior de calidad y, segundo, la casi total ausencia de las universidades en el debate sobre el desafío a nivel educacional y cultural que nos impone el confinamiento, en cuanto a generación de conocimiento y procesos de cambio.
Porque ya se está generando una brecha de aprendizaje importante, entre quienes tienen más acceso a conectividad y tecnología, y han ido progresando de manera paulatina en sus aprendizajes, y el resto que no tiene el mismo acceso. Pero mientras las universidades se han focalizado en el día a día para implementar sus sistemas de educación en línea, viendo si el docente subió o no las notas, si hizo o no la clase, ha faltado liderazgo para reflexionar, desde la academia, sobre el impacto de este proceso en su estudiantado.
Las universidades se encuentran en un proceso de transición, en un ensamblaje inédito entre los aprendizajes colaborativos, propios de la educación presencial, con los autónomos, que impulsa la educación a distancia. En este sentido, la academia debería ser capaz de identificar las competencias claves que los estudiantes deberían desarrollar de aquí a futuro. El no asumir este desafío tendrá como consecuencia un Chile post pandemia más pobre, no solo en lo material, sino también en lo educacional y cultural.
El Mostrador, Crónica de Chillán, Pauta Diaria, Press Latam, Diario La Prensa, El Mercurio de Valparaíso, La Prensa de Curicó, El Noticiero del Huasco